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Mi Bautismo

Actualizado: 11 jul 2023



Hace alrededor de 15 años atrás, yo decidí entregar mi vida a Cristo. Ya yo creía, intelectualmente, que Dios era real, pero ese es el momento particular en el cual tomé la decisión de vivir por Él. En otras palabras, ese fue el día en el cual fui salvo.


Sin embargo, aunque el día de mi salvación ocurrió hace 15 años atrás, el día de mi bautismo no ocurrió hasta hace unas semanas atrás. Las razones son varias, pero la razón principal es que simplemente no lo hice. Al inicio, no lo veía como necesario. Con el tiempo, nació un deseo en mí para hacerlo, pero las circunstancias no lo permitieron. Un día desperté y habían pasado años desde mi conversión, y ahora sentía un poco de vergüenza admitirlo. Por lo tanto, trataba de no hablar del tema, ni decirle a nadie que aún no había sido bautizado (había sido bautizado de niño, pero no tengo memoria de eso).


Cada vez que yo le decía a alguien que no me había bautizado, su reacción era una de asombro e incredulidad. “¿De verdad no te has bautizado, aún? ¿Cómo va a ser?” Estas reacciones me hacían querer ocultar aún más el hecho de que no había sido bautizado, y por lo tanto volvieron a pasar años desde el primer día en el que sentí ese deseo de bautizarme. Uno de los pensamientos que me venía a la mente era que yo ya había sido líder en la iglesia por mucho tiempo, maestro de escuela bíblica, consejero de jóvenes, etc. ¿Qué iban a pensar todas estas personas a quienes les he sido líder cuando se enterasen que no había sido bautizado? ¿Invalidaría mi liderato? ¿Me sacarían de posición? ¿Les haría creer que el bautismo no era necesario? Todo esto son pensamientos sin fundamento, pero es parte de las razones por el cual tardé tanto en bautizarme.


Pero, como mencioné al inicio, finalmente llegó el día de mi bautismo. Y, desde entonces he estado reflexionando sobre mi experiencia, y qué decir sobre ella. Este escrito, entonces, no tiene como propósito detallar el tema del bautismo desde una perspectiva teológica. No pretendo resolver los debates que existen sobre él, ni pintarme como un experto sobre el bautismo. Lo que quiero contarles es sobre mi experiencia, y lo que he podido aprender y confirmar a través de ella. Y, quizás escuchando mi historia, alguien leyendo pueda tomar la decisión de entregar su vida a Cristo y bautizarse, también.


La pregunta principal sobre el bautismo es: ¿el bautismo salva? Algunos piensan que sí, y otros piensan que no. Yo siempre he sido del pensamiento de que no, no salva. Sin entrar en mucho detalle, la razón por la cual creo así es sencilla. Jesús mismo nos dice el requisito para ser salvos en Juan 3:16, y no incluye al bautismo. Todos conocen este verso, pero por sea acaso, lo cito: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda mas tenga vida eterna.” Luego nos dice que, “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (v. 18).


Mi argumento es sencillo: si el bautismo fuera necesario para ser salvo, Jesús hubiera sido más claro y enfático en eso. No sería suficiente citar dos o tres pasajes bíblicos sobre los cuales no todo el mundo está de acuerdo con su interpretación. Recordemos que Dios quiere que todos seamos salvos (1 Tim. 2:4). Por lo tanto, creo que Dios sería lo suficientemente claro en lo que tenemos que hacer para ser salvos. De lo contrario, no sería un Dios justo. Además de esto tenemos el caso del ladrón que fue crucificado junto a Jesús, al cual se le prometió que “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Luc. 23:43). El ladrón no fue bautizado, más sin embargo fue salvo. Esto y otras razones me hacen creer que el bautismo no es necesario para la salvación. Todo aquel que cree en Jesús (lo cual incluye el arrepentimiento de nuestros pecados) es salvo, y en mi mente no existe duda de esto.


Sin embargo, es muy común para los que creen como yo creer, también, que el bautismo no es importante. Por muchos años, por ejemplo, yo veía al bautismo como un simple símbolo. “El bautismo es una expresión externa de lo que ha ocurrido internamente,” decimos. “Es sólo un símbolo de la muerte y resurrección de Cristo.” Lo mismo decimos sobre la eucaristía (la santa cena o santa comunión), algo que encuentro bastante interesante. Por lo general, sobre la eucaristía sólo existen estas dos posiciones: o literalmente estamos comiendo del cuerpo de Cristo, o es sólo un recordatorio de Su sacrificio. Lo mismo ocurre con el bautismo: o el bautismo es necesario para la salvación, o es sólo un símbolo.


El problema con la primera postura es que implica que la salvación no es sólo por fe, sino por fe y obras. Pero, el problema con la segunda postura es que minimiza su importancia, y no toma seriamente la manera en el cual el bautismo es descrito en la Biblia, y en la historia de la iglesia. Mientras yo estudiaba para preparar mi disertación sobre la Trinidad, por ejemplo, una característica común que yo encontré en los padres de la iglesia durante los primeros 300 años del cristianismo es que básicamente todos veían el bautismo como necesario para el cristiano. Algo similar vemos en la Biblia.


En el día del pentecostés (Hechos 2), luego del primer sermón de Pedro, la Palabra nos dice que “Los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas” (Hech. 2:41). Similarmente, Hechos 8:12 nos dice que “Cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres.” Una y otra vez, en la Biblia, vemos que la reacción inmediata o casi inmediata luego de escuchar y creer en el mensaje del evangelio era bautizarse. Algunos explican esto diciendo que esto se hacía sólo para probar el compromiso genuino de las personas, evitando que personas que sólo estaban buscando matar o arrestar a los cristianos infiltraran a la iglesia. Pero, la Biblia no nos dice esto. Lo que la Biblia sí nos dice es que Jesús nos manda a bautizar y ser bautizados (Mat. 28:19-20), que todo el que creía en Jesús buscaba ser bautizados inmediatamente (Hech. 8:35-36), y los primeros cristianos veían una conexión directa entre el bautismo y el perdón de nuestros pecados (Col. 2:12-13).


No cabe duda alguna que los primeros cristianos veían al bautismo como una parte esencial del proceso de conversión. Si yo le pudiese contar mi historia a Pablo, a Pedro, o a cualquier cristiano durante los primeros 300 años de la iglesia, todos se asombrarían. Nunca les hubiera pasado por la mente a uno de ellos la posibilidad de que alguien fuera cristiano, pero no había sido bautizado. De hecho, ninguno de ellos entendería, tampoco, el por qué hoy día para bautizarse las iglesias ponen tantos requisitos. No basta con sólo creer, sino que se necesita tomar unas clases de discipulado, sacar la fecha, usar cierta ropa, buscar el lugar adecuado, etc. Y, muchas iglesias usan el bautismo como requisito para ser miembro activo de alguna congregación, algo que bíblicamente es difícil explicar.


El punto de todo lo que acabo de escribir es que, bíblicamente, el bautismo no es un mero símbolo. Tampoco esto ha sido la postura histórica de la mayoría de los cristianos en la historia de la iglesia. Pero, si el bautismo no salva, pero tampoco es un mero símbolo, ¿qué es? Es aquí en el que yo quiero enfocarme en mi propia experiencia, algo que puede ser distinto a la de otras personas.


Unos días antes, mi novia me preguntó si yo creía que, cuando me bautizara, iba a salir sintiéndome diferente. Ella, y otras personas, me habían contado a lo largo de los años su propia experiencia con el bautismo, y cómo se sintieron luego de salir del agua. Yo le respondí que yo no creo. Yo no soy una persona muy emocional, y ya yo había entregado mi vida a Cristo hace años. Recordemos que “el bautismo es un mero símbolo.” Por lo tanto, yo esperaba sentirme igual entrando al agua, como saliendo. Sólo que ahora estaba en completa obediencia a las instrucciones de Cristo (creer, arrepentirse, y ser bautizado).


La noche antes, sin embargo, recuerdo orar a Dios para acostarme, y lo último que le dije fue “te veo mañana.” La verdad es que yo sentía que Dios me estaba esperando en esas aguas para recibirme, lo cual va completamente en contra de mi perspectiva sobre el bautismo en ese momento. Resumiendo un poco la historia, llegó el momento de mi bautismo. Otros estaba antes que yo, y uno por uno veía sus reacciones al salir del agua. Cada cual tuvo su propia experiencia personal que no puedo contar por ellos. Pero, finalmente llegó mi turno.


Ya yo estaba sintiéndome un poco emocional, pero nada que no pudiera manejar. Cuando entro al agua, y mi pastor me toma la mano y me prepara para ser bautizado, me dice algo como, “Al fin llegó el día,” y no puedo explicar cómo eso me hizo sentir. Quizás le dijo lo mismo a todo el mundo que se bautizó ese día, no lo sé. Pero, cuando me lo dijo a mí sentí que era Dios mismo hablándome, dándome Su mano y preparándome para recibirme en Su casa. El pastor no tomó mucho tiempo, no dijo muchas palabras. Simplemente me sumergió en el agua, bautizándome en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo, y cuando me levantó y tomé un paso hacia adelante comencé a llorar.


He visto el video de mi bautismo varias veces, y cada vez que me escucho llorar me sorprendo. No es el mero hecho de que tuve esa reacción emocional, sino que era algo que no podía controlar. Me encontré no solamente llorando, sino llorando como un niño, con un tono de voz completamente distinto a la normal. Yo he llorado en muchas ocasiones en mi vida, pero no así. En palabras sencillas, en mi bautismo tuve un encuentro con Dios real, el cual provocó en mí una sensación de paz y gozo que es difícil poner en palabras. Me sentí en casa como el hijo pródigo, regresando a casa de mi Padre luego de tantos años caminando por el mundo. Finalmente, puedo descansar.


Luego de ahí abracé a mi madre y a los demás que me acompañaron (mi padre, mi novia, y los hermanos de la iglesia), y supe que esto era un nuevo comienzo. Les pudiera contar todo lo que ha ocurrido desde entonces, pero no quiero alargar mucho el escrito. Lo que he estado queriendo decir es lo siguiente: El bautismo no salva, pero tampoco es un mero símbolo. En el bautismo, Dios se manifiesta de una manera especial y real, distinto a cómo se manifiesta en otras circunstancias. El bautismo me parece ser un encuentro personal y particular con Dios, el cual es necesario para cada cristiano. No es un requisito para la salvación, pero tampoco es algo trivial. La verdad del bautismo existe en algún lugar entremedio de esos dos extremos. Y, aunque no lo puedo poner en palabras perfectas, estoy tan agradecido de que finalmente tuve la oportunidad de experimentarlo, especialmente a una edad en la cual lo puedo entender y apreciar mejor.


Conozco a Dios hace 15 años, pero hoy siento que esa relación es distinta. Y, no es algo que hubiera entendido sin tener la experiencia personalmente. Ningún estudio teológico ha sido, ni pudiera ser suficiente como para entender lo que se siente tener un encuentro especial con Dios como el que yo tuve en mi bautismo. Gracias a los que estuvieron conmigo ese día, a los que me han hablado del tema a lo largo de los años, a mi pastor por darme esta oportunidad sin juzgar el hecho de que tardé tanto, a mi congregación por lo mismo, y sobre todo a Dios por permitir que lo conozca. Mi único lamento es no poder sentir lo que sentí ese día, todos los días el resto de mi vida. Pero, quizás eso es parte de lo que hace el bautismo tan especial. Para siempre lo recordaré, y aunque emocionalmente no siento eso todos los días, en mi corazón tengo la certeza de que el mismo Dios con el cual tuve ese encuentro ese día, está en mi vida hasta la eternidad.

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