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¡Guardemos el Carrito de Compras!


No se trata de un carrito de compras...


Ya no recuerdo la cantidad de veces que he salido de alguna tienda, me voy a montar en mi carro, y me doy cuenta de que alguien dejó su carrito de compras en el medio. Hoy mismo me pasó, de hecho. Pero, lo frustrante no es el carrito de compras. Lo frustrante e inexplicable es que muchas veces el lugar donde van los carritos queda a solo cinco o diez pasos más adelante de donde lo dejaron. Es decir, el problema no es que el lugar donde van los carritos queda muy lejos para caminar (lo cual tampoco sería justificable, pero es más entendible). El problema es otro.



Recientemente, incluso, me encuentro con un carrito pegado a mi carro, impidiendo el paso. Y, cuando lo voy a mover noto que mi carro está rayado, y mi retrovisor está cerrado. Es como si la persona hubiera simplemente tirado el carrito en una dirección, sin importar las consecuencias.


¿Por qué hacemos esto? ¿Por qué podemos caminar por horas en un supermercado, pero no podemos caminar diez pasos adicionales para guardar el carrito de compras en su lugar? ¿Por qué estamos dispuestos, incluso, a hacerle daño a la propiedad ajena, solo por ahorrarnos un poco de tiempo? Existen varias posibles respuestas, y no creo que exista una respuesta que aplique a todo el mundo por igual. Pero, pienso que este tipo de situación revela un problema mayor que existe en nuestro país, el cual ignoramos cuando se trata de lo trivial, o mientras no nos afecte personalmente. Es un problema serio, el cual se ve por todas partes, y el cual tenemos que cambiar. Pero, para poder entenderlo, les quiero traer a la memoria un evento que marcó el país para siempre.


En el verano del 2019, Puerto Rico se levantó para sacar a un gobernador que, entre otras cosas, le había faltado el respeto al pueblo. Aunque existen varias razones para las protestas, entre ellas la corrupción, creo que el punto de inflexión fue el famoso “chat” en donde Roselló, hijo, hizo una serie de expresiones denigrantes, despectivas, burlonas, etc. No voy a opinar sobre esa situación, como tal, pero me pregunto, ¿cuántos de nosotros hemos hecho expresiones similares en conversaciones privadas? ¿Cuántos hemos dicho cosas peores?


Continúe preguntándose: ¿Cuántos de nosotros hemos mentido, nos hemos burlado de la apariencia de alguien, o hemos hecho cosas que preferiríamos que nadie se entere? ¿Cuántos de nosotros mentimos en las planillas para evitar pagar? ¿Cuántos mintieron para recibir dinero de FEMA? ¿Cuántos de nosotros nos “comemos” la luz roja, o un pare, o guiamos a exceso de velocidad, etc.? O, puesto de otra manera, ¿cuántos de nosotros hemos dejado un carrito de compras en el lugar donde no le corresponde?


Hago estas preguntas, no para decir que lo que Roselló y otras figuras públicas hacen o han hecho no es tan malo. El punto aquí no es, “Tú haces cosas peores. Por lo tanto, no te quejes de lo que hacen los políticos.” No estoy justificando ni minimizando la corrupción. Mi punto es que debemos de reconocer que nadie se convierte en un corrupto de un día para otro. Estas cosas no ocurren de la nada. La corrupción es algo que comienza desde cosas pequeñas y triviales, y luego se manifiesta en lo grande. Pensemos en el estereotipo de los asesinos en serie, por ejemplo. Un asesino en serie usualmente no comienza matando a personas, sino que se comienza desde niño/a, matando animales y/o torturándolos. Similarmente, el pillo no comienza robándole millones de dólares al pueblo; comienza, quizás, robándole un chicle a su madre, o un dólar a un amigo, etc.


¿Acaso nos creemos que el político corrupto llegó al poder viviendo una vida entera perfectamente moral, y que tan pronto entró al poder comenzó a robarle al pueblo de un día para otro? ¿No creen que sea más probable que esta persona ya había mostrado señales de corrupción a lo largo de su vida? Como dice el refrán: El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente.


Ese refrán me recuerda a las palabras de Jesús: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré” (Mateo 25:24). El mensaje de Jesús con estas palabras (dentro de una parábola sobre trabajar para Dios) es sencillo: Si somos fiel en lo pequeño, en lo trivial, Dios nos permitirá trabajar en cosas más grandes. Pero, la implicación contraria también es cierta: Si no sabemos ser fiel en lo pequeño y en lo trivial, ¿cómo creemos que seremos fiel en lo grande? La respuesta es que no lo seríamos, y este es mi punto principal.


Nosotros criticamos constantemente cuando vemos a algún político o figura pública corrupta. Queremos a un gobierno confiable, que ayude al pueblo genuinamente. Estamos cansados de que nos sigan mintiendo, robando, oprimiendo, etc. La realidad es que lo que estamos viviendo hace unos años lo considero una falta de respeto absoluta al pueblo. El costo de vida continúa subiendo, los gastos aumentando, pero los sueldos no están a la par. El pueblo está pagando por una deuda que no es culpa de nosotros, y mientras tanto los ricos se siguen poniendo más ricos. Estoy con todo el mundo cuando dicen, ¡basta ya del abuso!


Pero, en lo que difiero con la mayoría es la mentalidad de que el cambio ocurre desde arriba.


El cambio no ocurre desde arriba; comienza desde abajo. No comienza en el gobierno; comienza en el hogar. No ocurre en lo grande, sino en lo trivial. No podemos exigir un gobierno libre de corrupción, mientras promovemos la corrupción en nuestro diario vivir. No quiero que un líder me robe, pero yo voy a robarle a mis clientes. No quiero que el gobierno me mienta, pero yo voy a mentir en las planillas. Quiero que los criminales tengan que enfrentar la justicia, pero voy a romper todas las leyes de tránsito, y no quiero que me den un boleto.


Si queremos un cambio real en el país, tenemos que comenzar por nosotros mismos, en nuestro diario vivir. Seamos los ciudadanos que exigimos de nuestros líderes. Mostremos empatía por las personas, seamos considerados, ayudemos y amemos al prójimo...guardemos el carrito de compra. La falta de consideración y el egoísmo que muestro con el carrito de compras es la misma que existe en un gobierno corrupto. Y, no solo en el gobierno, sino en cualquier posición de poder, incluyendo a la iglesia. Si queremos líderes que no piensen solo en ellos, seamos esos líderes, nosotros. No podemos exigir lo que no damos.


Guardemos el carrito de compras. Por algún lugar tenemos que comenzar.

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