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Lidiando con la Depresión



A estas alturas, la mayoría de las personas que me conocen saben que lucho con la ansiedad desde hace más de 8 años. Lo saben porque es parte de mi testimonio y ministerio, y por lo tanto es algo de lo cual he hablado bastante durante estos años. Sin embargo, algo de lo cual no hablo mucho, y por lo tanto muy pocos conocen de mí, es que tengo otras luchas mentales, también, además de la ansiedad. La realidad del caso es que yo siento que he luchado con problemas mentales desde que soy niño. Gracias a Dios, sólo la ansiedad se convirtió en un trastorno y, gracias a Dios nuevamente, lo he podido vencer.

 

Una de estas luchas de la cual no hablo mucho es la depresión. He padecido de depresión por más tiempo de lo que he padecido de ansiedad. Pero, a diferencia de la ansiedad, la depresión nunca me ha impedido seguir viviendo mi vida. Usualmente, me siento deprimido una o dos veces al año, y por lo general se me va en par de semanas. Sin embargo, con el pasar del tiempo, admito que se ha puesto peor, y el tiempo en el cual lo siento ha ido aumentando.


Recientemente tuve un “episodio” de depresión (lo pongo en comillas porque es sólo como yo lo he clasificado, pero no creo que sea la forma correcta de describirlo), el cual duró por varios meses. Al inicio no lo clasifiqué como depresión, sino que simplemente lo achaqué al estrés normal de la vida, y por eso tardé tanto en darme cuenta. Pero, un día desperté y sentí que estaba cansado, físicamente, mentalmente, y emocionalmente. En más de una ocasión dije, “estoy cansado de la vida.” Ahí me di cuenta de que no estaba bien, y que no había estado bien desde hace tiempo.

 

Ya me siento mejor, y estoy procesando en mi mente la realidad de regresar a un psicólogo para que me ayuden con esto, entre otras cosas (tratando de descansar y comer mejor, por ejemplo). Así, que, no se preocupen mucho. La razón por la cual decidí hacer este escrito es porque muchas personas no entienden lo que se siente sufrir de depresión, y su ignorancia sobre el tema los lleva a minimizar su seriedad. Peor aún, a veces los lleva a hacer ciertas expresiones sobre las personas que sufren de depresión que pueden causar más daño, que bien. Por tal razón yo creo que es necesario hablar de estos temas, y educar a las personas.

 

En mi caso, no estaré hablando desde una perspectiva académica o profesional. Eso se lo dejo a los psicólogos o psiquiatras. Pero, sí estaré hablando sobre mi propia experiencia con la depresión, y sobre lo que he observado en otras personas cuando hablan de este tema. Estaré resaltando 3 errores comunes que muchos cometemos a la hora de hablar sobre estos temas, con el propósito de educar y exhortar a que tengamos un poco más de cuidado y empatía.

 

Primeramente, es un error decir o pensar que la causa de la depresión es la ausencia de Dios. Esto no es cierto. Yo creo en Dios, genuinamente. Lo amo, le sirvo, y estoy confiado en que un día estaré en Su presencia. De eso no tengo duda. Sin embargo, de vez en cuando me deprimo. Para entender esto, es importante entender que la depresión no es mera tristeza. Todos nos ponemos tristes, de vez en cuando. Pero, usualmente esta tristeza se debe a distintas circunstancias en la que nos encontramos. La enfermedad, la muerte de un ser querido, una ruptura romántica, pérdida de trabajo, o simplemente los diferentes motivos de estrés en la vida. Todo esto puede causar sensaciones de ansiedad y depresión (tristeza), pero esto no es lo mismo que padecer de depresión.

 

La depresión es algo de lo cual uno no tiene mucho control, que viene de manera repentina y, en la mayoría de los casos, sin alguna causa en particular. En mi caso, es una sensación de tristeza y soledad intensa y profunda que viene sobre mí de momento en momento, y usualmente dura por lo menos dos semanas. No estoy triste porque me falta algo, o porque algo anda mal en la vida. Estoy deprimido porque, muy probablemente, algo anda mal en mi cerebro (en realidad no se sabe la causa ni la cura de la depresión). La causa (en mi caso) no es una falta de fe o de relación con Dios, y decirme eso es casi una ofensa.


Esto no quiere decir que mi relación con Dios no ayuda. Por supuesto que ayuda. Sin Él, no estaría aquí. En mi experiencia, fortalecer mi relación con Dios, practicando la oración y la lectura de la Palabra de manera regular me ha ayudado a vencer estos periodos de ansiedad y depresión. Pero, esto no quiere decir que, cuando estoy deprimido, es por una ausencia de Dios. Creo que esto es una manera de trivializar y minimizar lo que verdaderamente está ocurriendo en las personas con depresión, y es sumamente peligroso.

 

Cuando primero comencé a padecer de ansiedad, mi primer instinto fue decir que era porque estaba lejos de Dios. Este pensamiento me hizo mucho daño porque, en esencia, me estaba echando la culpa a mí mismo por mi ansiedad, lo cual me causaba más ansiedad, sentidos de culpa y de desesperación. Si pienso que mi ansiedad se debe a una falta de relación con Dios, y comienzo a buscar más de Dios para poder vencer la ansiedad, y la ansiedad no se va ni disminuye, ¿qué crees que va a pasar? En mi caso, lo que ocurrió es que este tipo de pensamiento eventualmente me hizo alejarme más de Dios, y por poco abandono mi fe en Él por completo. Es como si te recetaran un medicamento para alguna enfermedad, y por más que lo tomas no te ayuda ni te cura la enfermedad, ¿qué vas a hacer? Por supuesto, eventualmente dejarás de tomar el medicamento. Lo mismo me ocurrió con Dios, no porque Dios no me estaba ayudando, sino porque Él no era el problema o la causa de mi ansiedad.

 

Para más sobre esta historia, y cómo Dios me ayudó a vencer eso, les sugiero mi libro, el cual pueden comprar aquí (también pueden enviarme un mensaje, y coordinamos la entrega del libro).

 

Lo mismo ocurre con otros temas como el de la depresión. Decirle a alguien que padece de depresión que simplemente tienen una carencia de Dios en su vida es echarles la culpa a ellos por su depresión. Peor aún, es presentarle una solución que, muy probablemente, no le funcionará. La persona comenzará a buscar de Dios, no por amor a Él, sino para que Él los sane de su depresión. Y, si esto no ocurre, la persona posiblemente llegue a pensar que Dios no los ama, o que no existe.

 

No descarto la posibilidad de que, en algunos casos, sea cierto que personas con ciertas luchas mentales y emocionales padecen de una carencia de Dios. Pero, no podemos hacer ese diagnóstico de manera general, como si la depresión, en sí, no fuera un problema de salud mental. Esto es muy similar a las personas del pasado que pensaban que las enfermedades eran castigos de Dios porque no entendían que existen cosas como los gérmenes, bacterias, virus, etc. No es que no exista una causa espiritual. Yo creo que todo en esta vida, de alguna manera u otra, está ligado a lo espiritual. También creo que el acercarse más a Dios nos puede ayudar a vencer cualquier situación. Pero, eso no es lo mismo que decirle a alguien que la razón por la cual padecen de depresión es porque no tienen a Dios en su vida.


Evitemos expresarnos de esta manera. Hace mucho daño.

 

El segundo error que a veces cometemos es decir que las personas con depresión no se dejan ayudar. “Yo trato de invitarlo para compartir, o salir por ahí, pero no quiere salir de su casa. Le aconsejo a que vaya a un doctor, pero no me hace caso. Pues, si la persona no se deja ayudar, no podemos hacer nada.”

 

Nuevamente, no es que esto no sea cierto para muchas personas; es que no es una manera correcta de expresarse o de pensar. Para entender el por qué, es importante entender algunos de los efectos de la depresión. De manera sencilla, la depresión te quita todo ánimo para hacer cualquier cosa (no en todo el mundo, cabe notar, pero en mi caso sí). Así, que, no es que la persona no se quiere dejar ayudar; es que la depresión no les permite dejarse ayudar. En estos casos, la depresión a veces se siente como una barrera invisible que te impide levantarte de la cama, salir de tu casa, contestar esa llamada o mensaje. Uno sabe lo que debe de hacer, pero no tiene el deseo ni las fuerzas para hacerlo. Verdaderamente, es difícil poner en palabras lo que se siente.

 

Pero, créeme cuando les digo que la persona que está deprimida no quiere seguir deprimida. La persona deprimida no quiere estar todo el día haciendo nada, sin salir, comer, o disfrutar la vida. El problema no es que la persona no se deja ayudar; el problema es que no encuentra cómo dejarse ayudar. El que intenta ayudar a una persona con depresión debería de entender esto. Ayudar a alguien con depresión requiere paciencia, empatía, amor, y tiempo. Lo que tú vez como una solución sencilla (salir de casa), la persona deprimida lo ve como un reto constante. Para ti, la solución parece fácil, pero para ellos es algo que requiere mucho esfuerzo, lo cual requiere fuerzas que a veces no tienen.

 

La depresión también distorsiona los pensamientos. El ejemplo que siempre le doy a las personas es algo trivial como ir al cine. Cuando no estoy deprimido, si invito a alguien al cine y me dice que no, lo acepto y sigo con mi vida. Claramente, la persona está ocupada, o no tiene dinero, o no le interesa la película que íbamos a ver, etc. Pero, cuando estoy deprimido, si invito a alguien al cine y me dice que no, inmediatamente uno siente que la persona no lo ama. “Nadie me ama. Estoy sólo. Nadie quiere compartir conmigo. Sería mejor perderme y alejarme de todo el mundo. Total, a nadie le importaría.”

 

Esa es la diferencia entre una persona con y sin depresión. Es importante entender, entonces, que la persona deprimida no ve la vida de la misma forma que tú la ves. Quizás tú no entiendes el por qué la persona no se deja ayudar; por qué no sale de su casa, o contesta llamadas, etc. Pero, es importante entender que, en un estado de depresión, la persona no es ella misma. No se sienten igual, no piensan igual, y por lo tanto no se comportan igual. Para mí, mientras estoy deprimido se me hace muy difícil ir a la iglesia, compartir con mi novia, hablar como si nada estuviera pasando. Pero, gracias a Dios y a la ayuda profesional que he recibido en el pasado, yo puedo reconocer ciertos patrones en mí que me indican que estoy deprimido, y puedo lograr obligarme a mí mismo a no quedarme encerrado en esos sentimientos negativos. Hasta el momento, he tenido la capacidad y las fuerzas para seguir viviendo la vida, a pesar de estar deprimido. Pero, esto no es el caso para todo el mundo, y es necesario entenderlo.


Si quieres ayudar a una persona con depresión, entonces, uno de los primeros pasos va a ser deshacerse de esa mentalidad de que la persona simplemente no quiere ayuda. Sí quiere ayuda, pero le cuesta aceptarla, y no es su culpa al 100%.

 

Por último, el tercer error que muchas personas cometen a la hora de hablar sobre el tema de la depresión es pensar que no hay nadie a su alrededor que está deprimido/a en ese momento. He descrito varios síntomas de la depresión, aquí, pero la realidad del caso es que muchas personas saben cómo fingir. En el caso de mi ansiedad, por ejemplo, yo he tenido que aprender a fingir mucho. No puedo permitir que la ansiedad domine mi vida, o afecte a otras personas. Por lo tanto, en muchas ocasiones, aunque por dentro siento mucha ansiedad, por fuera trato de mantener la calma. A raíz de esto, la mayoría de las personas que me conocen nunca me han visto con un ataque de pánico, o algo parecido. No lo ven, porque no se los muestro. Pero, sí ha ocurrido. Y, esto a veces es necesario para poder disfrutar de un poco de normalidad en la vida. De lo contrario (pienso yo), las personas dejan de verte como alguien “normal,” y simplemente ven a la ansiedad. Para evitar eso, uno aprende a fingir.

 

Los únicos que han visto el lado oscuro de mi ansiedad son las personas más cercanas a mí, y los amo porque nunca han dejado de estar en mi vida a pesar de mis debilidades.

 

De la misma forma, muchas personas que padecen de depresión no lo expresan abiertamente. ¿Cuántas veces has escuchado de alguien que se quita la vida, sorprendiendo a todo el mundo porque, “estaban de lo más bien, la última vez que lo vi”? Ocurre mucho.

 

Menciono esto porque a veces hablamos del tema en grupo como si nadie en ese grupo tuviera depresión. Y, no es que vivamos pensando constantemente que alguien tiene depresión, o que andemos pendientes a lo que decimos por sea acaso hay alguien con depresión en nuestro entorno. Pero, sí es que seamos sabios cuando nos expresamos. Decir, por ejemplo, que la persona que tiene depresión es porque carece de Dios, sin saber que a la persona a quien se lo estás diciendo padece de depresión, puede causar que esa persona nunca te diga que padece de depresión. Le has dado una razón para evitar admitir su lucha.

 

Una de las razones por la cual tantas personas tienen tantas luchas en la iglesia, por ejemplo, las cuales nunca expresan es precisamente por el miedo a ser juzgados, o que su lucha sea minimizada. “Yo no puedo confesarles que padezco de depresión,” piensan, “porque después sabrán que no estoy bien con Dios. Mejor me quedo callado/a.” Cuando nos expresamos de esta forma, estamos creando un ambiente que no conduce a la transparencia y a la vulnerabilidad.


En algún momento dado, Santiago nos dice que “confesaos unos a otros vuestros pecados, y orad unos por otros, para que seáis sanados” (Santiago 5:16). Anterior a esto, nos exhorta a orar por el afligido, y a ungir con aceite al enfermo (vv. 13-14). Les pregunto, ¿cómo esto podrá ocurrir si nadie se atreve a hablar sobre lo que están pasando? Esta exhortación de Santiago asume un ambiente en la iglesia de transparencia. Yo debo de sentir y tener la libertad de expresar mis debilidades, mis luchas, mis pecados, con la confianza de que seré recibido con ayuda y oración. Pero, si le decimos a las personas que la culpa de su lucha es de ellos, nunca nos van a admitir que están luchando.

 

Aun entendiendo todas estas cosas, a mí me cuesta admitir cuando estoy deprimido. Pienso, “el cristiano debería de estar siempre lleno de gozo y paz. Si admito que ahora mismo no siento ese gozo y esa paz, ¿qué pensarán de mí? Estaría dando un mal ejemplo. Pensarán que no vale la pena creer en Dios si no puede ni tan siquiera sanarnos de la tristeza.” Por tal razón, no me expreso. No saben la cantidad de veces que he escrito algo en las redes, y simplemente lo borro después de escribirlo porque no quiero que sepan que estoy luchando. Y, una razón por la cual uno piensa así es precisamente porque en la sociedad y en la iglesia hemos fomentado ese ambiente que impide la transparencia y la vulnerabilidad.

 

Me viene a la mente un ejemplo del enemigo que siempre les cuento a las personas. Comparo al enemigo con un lobo. El lobo, cuando caza, usualmente lo que hace es identificar la presa más débil del grupo. Una vez identificada, trabaja con otros lobos para aislar a la presa débil del resto del grupo, para así poder matarla con facilidad. El lobo sabe que, si intenta matar alguna presa mientras está rodeada de un grupo grande, no podrá lograrlo. Por tal razón, usa esta táctica.

 

De la misma forma, yo creo que el enemigo intenta aislarnos del resto del Cuerpo, para que así seamos presa más fácil. Pero, en ocasiones el enemigo no tiene que hacer nada para lograr esto, porque nosotros mismos nos encargamos de aislar a las personas, o de aislarnos a nosotros mismos. Los aislamos precisamente cuando no permitimos un ambiente de transparencia. La persona que no se siente con la libertad y confianza de expresar sus debilidades o luchas, se quedará callada, y seguirá intentando vencer estas luchas sólo/a. El problema con esto es que no lo podemos vencer, solos. Por eso somos una iglesia; un Cuerpo. Nos necesitamos, los unos a los otros.

 

La iglesia es una de las herramientas que Dios mismo nos ha dado para poder vencer la tentación, el pecado, y las luchas mentales, espirituales y emocionales. No es la única herramienta, pero es una de ellas. La persona que tiene alguna lucha mental como la depresión necesita de Dios, necesita ayuda profesional, necesita cuidar su salud física, pero también necesita personas a su alrededor con la cuales puede confiar. Esto es la iglesia (al igual que familia y amistades). Por lo tanto, debemos cuidarnos de hacer ciertas expresiones sin tomar en consideración que existen personas a nuestro alrededor que están luchando con esto en este momento. Seamos más prudentes, cuidadosos, y tengamos mayor empatía.

 

En fin, la depresión es algo real, y muchas personas luchan con esto a diario. Con este escrito no pretendo haberlo hablado todo, ni haber encontrado la solución perfecta para la depresión. Lo que sí he intentado hacer es normalizar el tema, expresando mi propia experiencia con la depresión con la intención de exhortarles a los que me leen que aprendamos a tener más empatía y entendimiento sobre estos temas. Cuidemos la manera en que nos expresamos y pensamos, y mejor evitemos hablar de cosas que no conocemos, realmente. Sigamos orando por estas personas, ayudando a la medida que nos sea posible, y evitando contribuir a un ambiente hostil a la transparencia y vulnerabilidad.

 

Si padeces de depresión, por favor busca ayuda profesional, sin descartar el aspecto espiritual, también.

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