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Lázaro, y el Problema del Sufrimiento

Manuel Boglio

Sin duda alguna, la existencia del sufrimiento es uno de los problemas más grandes que el ser humano tiene con la existencia de Dios. Si Dios, existe, ¿por qué permite el sufrimiento? Esto es lo que se conoce como el problema del mal, o el problema del sufrimiento, y tiene dos expresiones principales. Por un lado, está la versión racional, la cual busca demostrar lógicamente que la existencia del sufrimiento demuestra que Dios no existe. Por otro lado, está la versión emocional, la cual se manifiesta por medio de preguntas como, “¿por qué, Dios?” o “¿hasta cuándo, Dios?” (Salmo 13:1)


Los que me conocen saben que mi instinto es enfocarme en el lado racional del asunto. En mi opinión, no existe ninguna contradicción entre la existencia del mal y la existencia de Dios. Pero, en esta ocasión quisiera enfocarme en el lado emocional. Este es el lado que más nos afecta, es el más pertinente (ya que todos sufrimos), y es el más difícil para vencer, especialmente cuando estamos pasando por momentos difíciles.

En medio de nuestro sufrimiento, la pregunta más común que nos hacemos es, “¿por qué?” Y, nos hacemos esta pregunta como si el tener la respuesta nos ayudaría de alguna forma a lidiar con el sufrimiento. Pero, seamos realistas. Si estás pasando por una situación difícil, digamos alguna enfermedad, o perdiste tu trabajo y no tienes cómo pagar tus cuentas o no tienes dinero para comprar comida, ¿realmente te ayudaría saber que la razón por la cual Dios está permitiendo tu sufrimiento es porque, por ejemplo, quiere enseñarte algo? Yo no creo. Conocer el propósito detrás de tu sufrimiento no lo hará más fácil.


Sin embargo, nos hacemos este tipo de pregunta en medio del sufrimiento porque es natural hacerlas. Pero, en realidad este tipo de pregunta es racional, y el problema que tenemos no es racional, sino que es emocional. La dificultad del sufrimiento no es simplemente no entender, racionalmente, las razones detrás del sufrimiento. ¡La dificultad del sufrimiento es el sufrimiento, mismo! Es decir, lo que hace difícil lidiar con el sufrimiento es el hecho de que estamos sufriendo, y eso, sencillamente, no es fácil. El sufrimiento afecta nuestras emociones, nuestra salud mental, y nuestra salud física. En ocasiones el sufrimiento afecta hasta las personas a nuestro alrededor, y nos sentimos que no tiene fin. En medio del sufrimiento, ninguna explicación racional sobre el por qué estamos sufriendo nos ayudará; solo queremos que el sufrimiento acabe.


Mientras tomaba una clase sobre el problema del mal, hace alrededor de un año atrás, me sorprendió que, dentro de un contexto intelectual, el profesor nos dijera que, al final de todo, la pregunta más importante no es por qué Dios permite el mal, sino, ¿qué está haciendo Dios al respecto? Si, después de todo, Dios nos da las razones por la cual permite el sufrimiento, y todo nos tiene sentido perfecto, pero después nos revela que no está haciendo nada para ayudarnos en medio del sufrimiento, o no está haciendo nada para ponerle fin al sufrimiento, ¿de qué valdría la explicación? Por lo tanto, estoy de acuerdo con mi profesor que lo más importante sobre el problema del mal, con relación a Dios, no es entender racionalmente el por qué Dios lo permite, sino es poder confiar en que Dios está haciendo algo al respecto. De lo contrario, esto no es un Dios en el cual debemos creer, ya que sería un Dios que no le importa nuestro sufrimiento.


Con esta introducción en mente, quiere hablar un poco sobre la historia de Lázaro (Juan 11), y en base de esta historia quiero resaltar 5 enseñanzas que nos pueden ayudar a lidiar con el problema del sufrimiento, especialmente el lado emocional. Al final de este breve estudio bíblico, mi deseo es que, si estás pasando por una situación difícil en estos momentos, logres sentir un poco de paz, confianza, y esperanza, y de esa manera logres conseguir las fuerzas para continuar perseverando.


Primer Punto: El Mal Existe


La historia de Lázaro comienza describiendo la relación personal que Jesús tenía con estas personas (vv. 1-5). Al parecer, esto era una familia muy cercana a Jesús, con el cuál Él tenía una relación continua (v. 2). El pasaje es enfático en hacernos entender que Jesús amaba a Lázaro y a sus hermanas (vv. 3, 5), y por tal razón no cabe duda alguna que la noticia de la enfermedad de Lázaro (v. 3) tuvo que haber afectado a Jesús, emocionalmente.


Aunque la noticia inicial sobre Lázaro era que estaba enfermo, más adelante Jesús nos confirma que había muerto (v. 14). El tipo de sufrimiento que Juan 11 nos está describiendo, entonces, no es cualquier sufrimiento, sino que es un sufrimiento con el cual todos tenemos que lidiar, en algún momento dado (la muerte). La muerte es el enemigo número 1 del ser humano, y lo peor de todo es que es inevitable.


Las razones por la cual la mayoría de nosotros le tememos a la muerte son muchas. Sin embargo, lo interesante de esto es que, a pesar de que la muerte está siempre presente, es inevitable, y las razones para temerle son muchas, al final del día todos vivimos nuestras vidas como si la muerte no existiría. Muy pocos de nosotros vivimos pensando en que podemos morir en cualquier momento, o en que hoy pudiera ser la última vez que vemos a ese ser querido. Esto sería una manera horrible de vivir la vida. Sin embargo, es la realidad.


La muerte es algo inescapable, y es parte de la experiencia universal de cada ser humano. Por tal razón, la historia de Lázaro es tan pertinente, ya que trata sobre una experiencia con el cual todos nos podemos identificar. Tan inescapable es la muerte que ni Jesús mismo pudo evitarla. Y, no me refiero a Su propia muerte, sino que me refiero a Lázaro. Jesús amaba a Lázaro, y a sus hermanas. Sin embargo, el sufrimiento le tocó a la puerta, primero a las hermanas (viendo a su hermano sufrir, y eventualmente morir), y luego a Jesús.


Si el sufrimiento, al igual que la muerte, no fue evitable ni para Jesús, ¿qué nos hace pensar que será evitable para nosotros? El primer punto que quiero resaltar de la historia, entonces, es que el sufrimiento, o el mal (estoy usando ambas como sinónimos, aunque no lo son), es algo inevitable para el ser humano. Existe. Es real. Y, por lo tanto, es algo con el cual todos tenemos que lidiar. Intentar ignorar la realidad del sufrimiento no es una buena respuesta.


Algunas personas intentan vivir sus vidas como si no sufrieran. Otros piensan que, por ser cristianos, el sufrimiento deja de existir. Sin embargo, Jesús nos recuerda que “En el mundo tendréis aflicción” (Juan 16:33). Por lo tanto, el primer paso para poder perseverar en medio del sufrimiento es aceptar su realidad. Todos enfrentaremos situaciones difíciles, en algún momento dado. Esto es inevitable. Y, pasar por situaciones difíciles no quiere decir que estás siendo un malo cristiano o cristiana, o que Dios, o el mundo, o el enemigo, la tiene contigo. No. El sufrimiento es una parte inevitable de esta vida, dentro de un mundo caído, y por lo tanto cada uno de nosotros sufriremos, en algún momento. Tu sufrimiento, entonces, es parte de tu experiencia como ser humano. Tu sufres. Yo sufro. Todos sufrimos. No estás sólo ni sola en tu sufrimiento.


Segundo Punto: Es Permitido Llorar


Mientras la historia de Lázaro continúa, Jesús eventualmente llega a su casa, y se encuentra con Marta y María (vv. 17, 20, 28). El relato nos describe un evento increíblemente desgarrador, describiendo el sufrimiento de Marta y María, acompañadas por un grupo de personas que intentaban consolarlas (v.19). El sufrimiento de Marta y María fue tanto que, cuando vieron a Jesús, ambas le reclamaron, diciendo, “Si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto” (v. 21, 32).


Detente un momento e intenta entender lo fuerte de las palabras que acabo de escribir. A pesar de la relación especial que existía entre Jesús y las hermanas de Lázaro, y a pesar del gran amor que Jesús les tenía, en medio de su sufrimiento ellas sintieron culpar con Jesús. Pongámonos en los zapatos de Jesús, por un momento. Un ser querido tuyo acaba de fallecer. Estás sufriendo, y vas a visitar a su familia, y quizás intentar consolarles. Y, cuando llegas, estas personas que tú amas tanto, en vez de abrazarte y llorar juntos, culpan contigo por la muerte de su hermano. ¿Cómo te sentirías? No tengo palabras para describir cómo Jesús se debió haber sentido, en ese momento.


Por otro lado, pongámonos en los zapatos de ellas. Claramente, ellas por alguna razón sabían que Jesús tenía el poder de salvar a su hermano. Sin embargo, Jesús se tardó en llegar al lugar, y en ese tiempo, Lázaro murió. Ahora, luego de su muerte, Jesús se aparece, y ¿pretende que ellas simplemente le abrazaran y no piensen en el hecho de que Jesús pudo haberle salvado la vida a su hermano? En este contexto, culpar con Jesús fue una reacción completamente entendible, humanamente hablando.


Lo interesante de todo esto es que Jesús nos las regaña por sentirse así. Jesús no les dice, “dejen de llorar, que yo he llegado.” Al contrario, Jesús afirma su sufrimiento, y al ver a todos llorando “se estremeció en espíritu y se conmovió” (v. 33). Luego, pide que le lleven a la tumba de Lázaro, y ¡lloró también! (v. 35).


Pensemos en esto, por un momento. Jesús sabía lo que iba a ocurrir. Además de ser humano, Jesús es Dios. Jesús sabía que vino a resucitar a Lázaro. Sin embargo, a pesar de esto, Jesús se conmovió y lloró, junto a sus hermanas. Esto nos demuestra un punto sumamente importante: es permitido llorar. Es permitido sufrir, especialmente en medio de una circunstancia tan difícil como la muerte de un ser querido. La reacción de Marta y María no fue regañada o corregida, por Jesús. ¿Por qué? Porque Jesús entendía su sufrimiento, así como entiende el nuestro (Hebreos 4:15). No solo esto, sino que Jesús sufrió, también.


Si Jesús se le es permitido sufrir y llorar por la muerte de un ser querido, a pesar de ser Dios, ¿cuánto más no nos es permitido a nosotros? En medio del sufrimiento, es completamente entendible llorar, desesperarse, incluso hasta cuestionar a Dios (como lo hicieron las hermanas de Lázaro). Esto no te hace menos cristiano o cristiana; te hace un ser humano. Así, que, en medio del sufrimiento, o de una situación difícil, no sientas que tienes que “ser fuerte.” Tampoco pienses que llorar o sufrir es una expresión de debilidad. No lo es. Jesús lloró, también, y sin embargo ninguno de nosotros nos atreveríamos a decir que Jesús fue débil, o que no tenía suficiente fe en Dios. Tener fe en Dios no quiere decir que no podemos sufrir, ni llorar, ni cuestionar el por qué Dios permite estas cosas. Es importante no quedarnos en ese estado de sufrimiento para siempre, pero también es importante permitirse estar en ese estado. Sufrir y llorar es una parte natural y esencial dentro del proceso de sanidad. Permitamos pasar por él.


Tercer Punto: Dios Tiene un Propósito


Cuando Jesús se entera de la enfermedad de Lázaro, ofrece una de las respuestas más impactantes en toda la Biblia: “Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella” (v. 4). Más adelante, cuando Jesús anuncia la muerte de Lázaro, les dice a Sus discípulos, “Lázaro ha muerto; y me alegro por vosotros, de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él” (vv. 14-15). Luego, frente a la tumba, Jesús le da gracias a Dios, y dice, “Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado” (v. 42).


Estos tres pasajes nos demuestran algo bien importante: Dios tenía un propósito para la muerte de Lázaro. Como expliqué arriba, conocer el propósito detrás de nuestro sufrimiento no necesariamente nos ayudará a lidiar con ese sufrimiento. Pero, sí creo que es importante entender que Dios sí tiene un propósito, aunque no sepamos cuál es. En este caso, el propósito detrás de la muerte y resurrección de Lázaro fue, primero, la gloria de Dios, y segundo, la salvación de las almas. Por medio de este evento, el nombre de Dios sería glorificado, y muchas personas llegarían a creer en Él, y de esa manera ser salvos.


De la misma manera, cuando nosotros sufrimos debemos entender que, aunque no lo parezca, Dios sí tiene un plan perfecto para nuestras vidas. Nuestro sufrimiento no es en vano, sino que tiene una razón de ser, y por tal razón podemos afirmar y creer que “todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28). Si Dios no tuviera un plan, no sería un Dios digno de adorar. Si nuestro sufrimiento fuera un mero accidente del universo, sin propósito alguno, no vería ninguna razón para intentar perseverar. La vida perdería todo sentido, y no habría ninguna razón para continuar luchando, sabiendo que todo es en vano.

Pero, no todo es en vano, sino que la historia de Lázaro nos demuestra que Dios sí tiene un plan, un propósito, para nuestras vidas. Y, aunque no lo entendamos, de alguna manera u otra el sufrimiento es parte de ese plan. Esto no quiere decir que el sufrimiento es bueno, o necesario, para cumplirse la voluntad de Dios. Tampoco quiere decir que Dios intencionalmente provoca el sufrimiento en nuestras vidas para así poder cumplir con ciertos propósitos. Lo que quiere decir es que, aunque el sufrimiento es malo, y no es lo ideal, el plan de Dios es tan perfecto que tiene el poder para tomar ese sufrimiento, usarlo y transformarlo para Su gloria (o para nuestra bendición, incluso).


Confiemos, entonces, que Dios tiene un plan para nuestras vidas, y que ese plan se cumplirá, si o si, independientemente del sufrimiento que pasamos en el camino. El sufrimiento, entonces, no es una pausa en las bendiciones de Dios. No significa que estamos lejos de Dios, o que Dios se ha olvidado de nosotros. Al contrario, Dios sigue obrando, y sigue cumpliendo Su propósito en nosotros, aún en medio de ese sufrimiento. No es en vano, así que sigamos luchando.


Cuarto Punto: Dios es Soberano


Cuando primero le notifican a Jesús que Lázaro estaba enfermo, Jesús decidió quedarse “dos días más en el lugar donde estaba” (v. 6). Esta decisión parece rara, especialmente luego de establecer la relación íntima que Jesús tenía con Lázaro. Sin embargo, esta decisión nos demuestra que Jesús no permitió que las circunstancias dictasen lo que Él hiciera, sino que en medio de esta situación, Jesús siempre estaba en control. Jesús decidió cuándo ir a ver a Lázaro, incluso parece insinuar que la razón por la cual esperó dos días era precisamente para permitir que Lázaro muriera (v. 4). Esto parece ser fuerte, pero nos demuestra que Jesús tenía el control sobre todo, incluyendo el momento exacto en el cual Lázaro moriría.


Luego de llegar a la casa de Lázaro, Jesús no corre inmediatamente a la tumba, sino que primero habla con las hermanas. Luego de hablar con ellas, y ofrecer un poco de consuelo, comienza a dar órdenes. Primero, pide que lo lleven a la tumba de Lázaro (v. 34). Cuando llega a la tumba, los judíos comienzan a preguntarse, “¿No podía este, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?” (v. 37) La respuesta a esta pregunta claramente es, sí. Jesús pudo haber evitado que Lázaro muriera. Sin embargo, no eligió no hacerlo. Una vez más, vemos que Jesús está en control.


Segundo, Jesús manda a quitar la piedra que estaba frente a la tumba, y luego de un poco de protestas, le hacen caso (vv. 39-41). Una vez quitan la piedra, y Jesús le da gracias a Dios, da otra orden, esta vez a Lázaro: “¡Lázaro, ven fuera!” (v. 43) Aquí vemos uno de los eventos más increíbles del nuevo testamento, pero las órdenes de Jesús no terminan aquí. Luego de que Lázaro saliera de la tumba “atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto con un sudario,” Jesús manda a “Desatadles, y dejadle ir” (v. 44).


La temática en todo este relato es claro: Jesús siempre tuvo el control. No vemos a un Jesús reactivo ante la noticia de Lázaro, sino que Él elige cuándo ir a su casa. No vemos a un Jesús desesperado por ir a la tumba, sino a un Jesús que claramente tiene control sobre la situación, consolando a las hermanas, y dando órdenes a medio mundo (y siendo obedecido). En este evento, entonces, podemos que ver, a pesar de la situación caótica, Jesús siempre estuvo en control.


De la misma forma, aunque las situaciones por las cuales nosotros pasamos parecen ser caóticas, y Dios no parece, a veces, estar en el asunto porque no obra de la manera en que nosotros quisiéramos, la realidad es que Dios está en control. Dios es soberano, y esto quiere decir que todo lo que ocurre, de alguna manera u otra, está bajo Su control. Dios no es reactivo, como una persona que no tiene ningún plan, y que solo está improvisando. Al contrario, Dios tiene un plan para nuestras vidas, y en todo momento lo está ejecutando. Si logramos entender que Dios siempre está en control en medio de nuestras circunstancias, se nos hará más fácil confiar en Él, aún cuando no lo vemos obrar de la manera en que quisiéramos. La vida, la muerte, y todo lo demás, está en las manos de Dios. Él obrará, entonces, a Su manera, y en Su tiempo. Y, aunque es sumamente difícil, debemos intentar confiar en que así será.


Quinto Punto: Hay Esperanza


La historia de Lázaro termina con su resurrección (v. 44), y aunque Juan no nos cuenta lo que ocurre con esta familia, luego de este evento, podemos presumir que, ya que la causa de su dolor y sufrimiento fue la muerte de Lázaro, su dolor y sufrimiento (en esta ocasión) llegó a su fin. Seguramente ellos se enfrentarían en el futuro a otras circunstancias de dolor y sufrimiento, pero la historia de Lázaro nos demuestra que este sufrimiento eventualmente llegará a su fin, también.


Antes de levantar a Lázaro, Jesús habla con Marta y le dice que lo va a resucitar (v. 23). Aunque ella no logró entender lo que Jesús le estaba diciendo, en el momento, podemos ver que Jesús claramente estaba intentando darle un poco de esperanza a Marta, dejándole saber que la muerte de Lázaro no sería el fin. De hecho, arriba les dije que, cuando Jesús se enteró de la enfermedad de Lázaro, dijo que “Esta enfermedad no es para muerte” (v. 4). Sin embargo, Lázaro murió. ¿Se habrá equivocado Jesús? No, Jesús no se equivocó. Cuando leemos la historia completa podemos ver que Jesús no estaba diciendo que Lázaro no iba a morir. Lo que estaba diciendo era que su muerte no sería el fin. Esto lo dijo porque sabía que lo iba a resucitar, y les estaba intentando explicar a los discípulos que todo esto sería para la gloria de Dios.


En Jesús, entonces, ni la muerte es el fin para nosotros. Jesús nos promete que, si creemos en Él, un día nosotros resucitaremos, y viviremos en la presencia de Dios por el resto de la eternidad. En ese día, “Ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4). La historia de Lázaro nos demuestra que el sufrimiento no dura para siempre, sino que todo llega a su final. Y, ese final ya está determinado por Dios mismo, ya que Él es soberano. También nos demuestra que, en medio de ese sufrimiento, podemos confiar en que hay esperanza.


Hay esperanza porque, a pesar de que “En el mundo tendréis aflicción,” Jesús nos dice, “Pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Y, como evidencia de que las promesas de Jesús se cumplirán, Jesús entregó Su vida por nosotros en la cruz, y luego resucitó al tercer día. Para entender más sobre cómo la Resurrección garantiza las promesas de Jesús, lee mi penúltimo blog, aquí.


El cristiano puede tener la confianza de que Dios tiene un plan, todo está bajo Su control, y que el sufrimiento no es el fin. Podemos confiar que Dios siempre está obrando, que nos ha hecho ciertas promesas y que esas promesas están garantizadas, gracias a la resurrección de Cristo. En Su resurrección, Jesús nos muestra que ha vencido al pecado y a la muerte, y por lo tanto, gracias a Él, nosotros también venceremos.


El hecho de que Dios tiene el control, tiene un plan, y que nos ha prometido que pondrá fin a nuestro dolor y sufrimiento es lo que nos permite tener esperanza en medio de la aflicción. La historia de Lázaro muestra que esto es así, y la resurrección de Cristo muestra que podemos confiar en Él. Esto es un Dios digno de adorar, en el cual podemos confiar plenamente, aun en medio de nuestro sufrimiento. Aunque no entendamos todas las razones del por qué sufrimos, podemos confiar en que Dios está haciendo algo al respecto. No solo eso, sino que Dios ya ha hecho algo al respecto, en la muerte y resurrección de Cristo. En este evento, Dios nos ha dado una salida a nuestro pecado y sufrimiento, y nos promete salvación y vida eterna.


Por lo tanto, aunque es difícil, te exhorto a que no pierdas esperanza. El mismo Jesús que levantó a Lázaro es el Jesús que está con nosotros, hoy. El mismo Dios que levantó a Jesús es el Dios que nos promete un fin a nuestro sufrimiento. Sigue luchando, pero, sobre todo, sigue confiando. Y, recuerda, no está sólo ni sola.

 
 
 

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