Llegó el momento glorioso; la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén (Lucas 19:28-44), en donde Jesús entregaría Su vida por el mundo, ofreciéndoles el regalo precioso de la salvación. El momento fue lleno de mucha alegría y mucha celebración, pero mientras todos estaban celebrando, Jesús lloró (v. 41). Lloró porque se dio cuenta de la condición de la gente, perdidas en su pecado, cegados ante la Verdad (v. 42). Lloró ante la realización de que, a pesar de que la Luz había llegado, en par de días la gente la iba a rechazar, entregar, humillar, y crucificar, porque “amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (Juan 3:19). Jesús lloró porque los amaba, y no hay peor dolor que ver perder a los que amas.
Yo no soy Jesús, ni puedo hablar por otros líderes, pero, en mi experiencia, no hay peor dolor para un líder que la pérdida de una de sus ovejas. No hay mayor miedo que la realización de que, por más que uno se esfuerce por instruir a las personas en la Verdad, es posible que se dejen llevar por la mentira. No hay mayor tristeza que ver a un joven que ama más al mundo que a Cristo. Y, lo peor de todo es que esto es algo con lo que tenemos que vivir a diario.
Inicialmente, iba a comenzar este escrito describiendo a un joven, a quién he amado por años, pero que en este momento se encuentra descarrilado. Quería describir cómo mi corazón se entristece todos los días, al ver las cosas que hace y dice. Esto hubiera requerido que compartiera detalles personales sobre este joven, lo cual no puedo hacer sin su permiso. Pero, más importante aún, mientras lo describía en mi mente, me di cuenta de que no es solo un joven, sino varios. Esto es algo que veo a diario, no solo con jóvenes a quienes yo conozco personalmente, sino con jóvenes y adultos alrededor del mundo. La situación que pude haber descrito sobre este joven en particular, fácilmente podría aplicarles a muchas otras personas, sin necesidad de entrar en detalles específicos.
La historia de este joven perdido es la misma historia de muchos jóvenes (y adultos). Actualmente, trabajo con un grupo pequeño de jóvenes, algunos de los cuales me están leyendo ahora mismo, y les puedo decir que todos los días me pasa por la mente la preocupación de que algún día se descarrilen. Es frustrante saber que, aunque uno le ha dado el conocimiento y las herramientas necesarias para poder resistir ataques externos, a la hora de la verdad es posible que no los pongan en práctica. Es frustrante no poder hacer nada al respecto porque, entre otras razones, vivimos en un tiempo en el cual hablar de pecado es malo. No puedo sacar a estas personas a un lado y corregirlos porque “no debemos juzgar.” Mi “versión” del cristianismo es visto por muchos como anticuado, mientras que el “cristianismo” moderno es uno de completa aceptación de las personas.
En estos días, un no-creyente me preguntó, ¿qué se puede hacer para evitar que la iglesia se descarrile? Mi respuesta: de verdad que no sé. En ocasiones me siento como un cristiano solitario, gritando en una esquina, “¡Tengan cuidado! Ese camino es peligroso.” Hago videos, escribo blogs, doy clases bíblicas, visito a iglesias ofreciendo talleres, pero aún así siento que no es suficiente. No es suficiente porque la mayoría de las personas no le presta atención a nada de lo que hago. Mi corazón está con Puerto Rico, pero la gran mayoría de mi audiencia en Youtube son de México. Me dicen que me vaya para estados unidos, en donde puedo conseguir más ayuda y más seguidores, y quizás llegar a una mayor audiencia. Pero, de nuevo, mi corazón está con Puerto Rico. No me puedo ir. No los puedo abandonar.
Esto es una de mis encrucijadas: amar a un pais que ni tan siqiuera sabe que existo. ¿Por qué sigo haciendo videos que pocos ven, o escribiendo blogs que pocos leen, entonces? ¿Por qué exponerme a tantos ataques, y tantas luchas personales, con tal de llegar a unas personas que quizás no les interese escucharme?
La respuesta es que, como expliqué arriba, no hay mayor dolor para mí que ver a una persona apartarse de la Verdad, y es por eso que hago lo que hago. En mi opinión, mi escrito anterior sobre los Saduceos Modernos es increíblemente pertinente para estos tiempos, y el peligro del cual advierto ahí es real. Recuerdo que ese día, yo estaban en mi trabajo, y mientras cocinaba, estaba “escribiendo” el blog en mi mente, loco por llegar a casa y publicarlo. Sin embargo, no logré que lo leyeran ni 25 personas (a la hora de escribir este blog). Esto no es una queja, aunque sí puedo decir que, en ocasiones, es frustrante. No es frustrante porque quiero ser popular. No es frustrante porque quiero que me lean o me vean millones de personas. Es frustrante porque sé que es un mensaje que muchos necesitan escuchar, pero pocos tendrán esa oportunidad. Y, es frustrante porque no puedo entender cómo otros cristianos como yo pueden ver las mismas cosas que yo veo, y no reaccionar. En ocasiones me pregunto, "¿Pero, no les molesta cuando alguien distorsiona la Palabra? ¿A nadie le importa que el evangelio está siendo redefinido? ¿No sienten ese fuego que yo siento para defender nuestra fe?" En ocasiones, es verdaderamente incomprensible.
Pero, aunque pocos lo leyeron, una persona se me acercó para decirme cómo el mensaje les llegó. Y, de nuevo, por eso es que hago lo hago. Lo hago por esa persona, sea quién sea (siempre es alguien distinto), que, de alguna manera u otra es impactada por algo que yo hice. Claro está, no es porque yo lo hice, sino que es lo que Dios hace a través de mi. En otras palabras, la gloria no es mía, sino de Él. Aunque a veces caigo en frustración, la razón por la cual llevo tantos años haciendo esto, aunque sea para una audiencia “pequeña,” es porque una sola persona es suficiente, para mí. Si logro llegar a una sola persona, hice mi trabajo, y eso es lo que me mantiene efocado.
Sin embargo, sigo sintiendo que se necesita más. Quizás yo solo puedo llegar a esa única persona, pero si otros se unieran al esfuerzo, podríamos llegar a dos, o tres, o cien, o al mundo entero. La iglesia necesita más personas que se apasionen por la Verdad; que sientan celos por ella, y busquen preservarla de cualquier distorsión. Necesitamos más defensores de la fe, más predicadores que se preocupen por mantener una sana doctrina, más maestros que verdaderamente enseñen, más pastores y líderes que amen a sus ovejas a tal punto de entregar sus vidas por ellas (Juan 10:11). Necesitamos una iglesia que no permita mensajes erróneos, cristianos que no tengan miedo expresarse, líderes que no guarden silencio ante las injusticias del mundo. En fin, necesitamos verdaderos seguidores de Cristo, andando en la luz, y no en las tinieblas.
Y, aclaro, esto no es una afirmación de que yo lo estoy haciendo todo bien, mientras que el resto del mundo lo está haciendo mal. Hay mucho que yo necesito corregir, hacer, y dejar de hacer. Pero, cuando leo ese pasaje sobre Jesús, llorando sobre la ciudad, no puedo evitar preguntarme, ¿dónde están nuestras lágrimas? ¿Dónde está ese fuego que se despierta cuando alguien atenta contra la Verdad? ¿Dónde está esa disposición de llegar hasta los fines del mundo, con tal de salvar a una oveja perdida? Y, estoy consciente de que hay muchos que sí sienten ese fuego, que sí están dispuestos, que sí están trabajando arduamente por el evangelio. Pero, como he dicho ya varias veces, necesitamos más.
Siento que me he desviado un poco del mensaje central de este escrito, así que, quisiera terminar con esto: Si en algún momento dado, tu que me estás leyendo has sido parte de mi vida, quiero que sepas que he llorado (y orado) por ti, aunque sea una vez. Es por ti que hago lo que hago, y lo seguiré haciendo hasta que estés junto a mi en el Reino de los Cielos, dándole la gloria a Dios. Y, líder que me lee, entiendo tu dolor por las almas, y te exhorto a que no te rindas, porque un día verás el fruto de tu labor. Esa es la promesa que Dios nos ha hecho, y a la cual nos debemos de aferrar cuando comencemos a desanimarnos. No hay mayor dolor para un líder que la pérdida de una de sus ovejas, pero igualmente, no hay mayor alegría para un líder que cuando una de esas ovejas regresa al redil. Anhelo con ansias que llegue ese día. Mientras tanto, sigamos trabajando.
Dios los bendiga.
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